Esta historia es increíble, aunque es totalmente real, todavía lo pienso y no creo que yo haya sido el protagonista. Pero la razón de esta historia, radica en mi carácter de ser protagonista de la vida y no un mero espectador de ella. Iba a trabajar como todos los días, viajando el martes como a las 9 de la mañana en el atestado subte "B", subí en la estación de casa, Malabia. Un petiso, de unos cincuenta años, me estaba resultando algo molesto. Se golpeaba, digamos para que quede claro, necesitaría licencia para viajar en subte. El típico inútil, eso pensaba yo, que no sabe acomodarse en el vagón sin joder a la humanidad circundante. Lo mire en un momento, ya con ganas de putearlo, todavía tenia sueño yo y el malhumor de recién levantado. No me gustaba como se apretujaba contra otros, en especial, por que me pareció sentir que me estaba tanteando. Sospeché un punguista, pero ante la duda y sin pruebas, no acuse en vano. El tipo tenía unos rasgos más incaicos que los de Atahualpa, no podía esconder que era peruano. Y ese fue su fin, que yo le viera bien la cara. En la siguiente estación, Ángel Gallardo se bajo. Yo respire aliviado, el subte no estaba tan lleno, pero se sentía el calor humano. En dos estaciones más, Carlos Gardel, se vuelve a subir el mismo tipo. No podía ser otro, vestido igual y con esa cara de Atahualpa que rajaba la tierra. Ni bien lo fiche de nuevo, me dio mala espina. Que te olvidaste en este vagón fiera? Asumí que se habría cambiado de vagón, algo que tampoco se entendía la razón, ya que no estaba tan cerca de la puerta, tuvo que hacer todo un viaje de un metro en un mar de gente para salir. Se paro sin saberlo, delante de la única persona que notaba su reincidencia, es decir yo. Ahí me estuve fijando bien en sus movimientos, lo cual me daba más mala espina todavía. Viste como se entretiene en el viaje el pibe? Vigila punguistas para matar el tiempo? O era mi imaginación o ese tipo le estaba tanteando los bolsillos a todos los que lo rodeaban. Cuando el subte arranco de la estación Pueyrredon, la siguiente a Carlos Gardel, una chica empezó a gritar que le habían robado el celular. "Me robaron el celular, esta acá el ladrón, recién sentí el tirón." decía ella, acusando al que estaba delante del que yo sospechaba. El pobre viejo que la chica estaba acusando juraba y perjuraba que el no era. Era cierto, yo sabía quien era. Pero estaba seguro? En esos segundos que pasaban volando, yo paseaba mi mirada de la situación de la chica gritando por el ladrón y el peruano que yo tenia vigilado. Pero si el no estaba pegado a la piba? Como podía robarle el celular del bolso? Un cómplice, obvio, pero no tenia pruebas que me convencieran a mi mismo. El tipo saco unos lentes de ver del bolsillo y se agacho como buscando algo. Los lentes que no había soltado en ningún momento, siguieron en su mano al levantarse nuevamente. El turro estaba fingiendo una caída de los lentes al piso, mientras yo me debatía con la lógica si lo acusaba a el o no. Como acusar a un tipo que ni siquiera esta cerca? En ese mismo momento, una chica de unos veinte años, le indica a la damnificada que su celular esta en el suelo, mientras el subte se detiene en la estación Pasteur. Continúa en la segunda parte...
Han entrado en la dimensión desconocida de Ichinén...
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