Como cuando regrese de esa depresión a la que llame infierno, me empecé a encontrar con mucha gente. En la calle, en el parque, en lugares desconocidos y conocidos. Apariciones de todo tipo, pero bien reales. Ok, quizás no sea todo lo anormal que se podría pensar, pero que me decís de esta cuenta? Habré cruzado cincuenta personas en un mes, entre el 15 de febrero al 15 de marzo. Esto equivale a más de una persona promedio al día, a razón de 1.5 por día. Los números no mienten, y menos cuando se quiere restar exageración a un hecho. Los números, los resultados, son los únicos fidedignos. Y la verdad es que la cantidad de encuentros se daba en forma aleatoria. Algunos días no veía a nadie, al día siguiente me encontraba a tres personas y al siguiente a dos. En los últimos días, me encontré en una situación interesante. El lunes feriado me cruce con cuatro personas solo ese día. Koki, en el parque, con el cual debatimos distintos temas de la organización SGI. Jorge, mi vecino del segundo, lo cual no seria raro, me lo cruzo siempre. Solo que esta vez era a unas cuadras de casa, no fue en el pasillo del edificio. Luego me cruce con Juan Mansilla, viejo compañero del secundario, quien me llevo a trabajar a Trinter. Y finalmente, bueno, la persona con la que me iba a encontrar, encuentro planeado. Pero lo que no planeamos ninguno de los dos, fue lo que sucedió entre ambos esa noche. El martes a la mañana en el subte, reconocí a Daniel Yankilevich, gran amigo desde el primario, que nos perdimos el rastro con los años. No supe que decirle o como encararlo, ni me dio ganas. Por eso solo lo vi, si me vio, tampoco quiso hablarme y ante esa posibilidad lo dejo pasar. El subte estaba lleno y cuando me intente acercar ya se me metía mucha gente y tuve que bajarme, era mi parada.
Han entrado en la dimensión desconocida de Ichinén...
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